Por Jorge Valero
Cuando recuerdo a algunos seres humanos con atributos excepcionales y me atrevo a definirlos, vienen a mi memoria citas paradigmáticas. Del “Che” Guevara, el guerrillero heroico, es ésta: “… El revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor”.
Frase que conservo en mi memoria, con acuciante perpetuidad, porque calza a la perfección con la personalidad de César Solórzano; un caro amigo y camarada, que enfrenta—en los actuales momentos—difíciles circunstancias de salud.
El amor ha sido su lema: “Si me rompo un hueso / Sólo Dios / Sabe de mis tormentos. / Si te doy un beso / Solo tú / Sabes de mi esencia. / Si acaricio un perro / Sólo yo sé / De mi ternura”.
César Solórzano recorre los territorios de Dios con altísima dignidad revolucionaria. Y revolución, es amor a los semejantes. Desde muy joven abrazó idearios justicieros y libertarios. Lo dio todo, hasta poner en riesgo su propia vida. Es, quizá, el preso político que permaneció, durante la Cuarta República, más tiempo detrás de las rejas: doce años. Una indoblegable dignidad y firmeza, en defensa de los ideales más sobresalientes de la terredad venezolana, latinoamericana y mundial.
Por eso hoy, voces plurales y geográficamente distantes rezan por su pronto restablecimiento, para que continúe en su periplo de buen obrar y decir.
Imagino escuchar a César diciéndonos en alta voz: “Esto ha dicho el Señor / A los pobres y débiles se les oprime y se les hace sufrir. / Por eso voy, ahora a levantarme y les daré la ayuda que tanto anhelan” (Salmo 12:5).
César es poeta, intelectual, de denso pensamiento político. Su obra escritural es amplia y multifacética: cuentos, novelas, ensayos históricos, política exterior, poesía y escritos teóricos.
Autor, entre otros, del libro “Cuartel San Carlos Adentro” en el que narra—con patetismo—la epopeya de los jóvenes presos, torturados y víctimas de la represión de la Cuarta República.
Su producción intelectual ha sido reconocida más allá de nuestras fronteras. Galardonado por la prensa brasileña con el Premio de Periodismo Vladimir Herzog, como el mejor articulista latinoamericano del año 1981, por su artículo “Roa Bastos de Nuevo al Ostracismo”.
César ha dirigido publicaciones literarias, políticas y diplomáticas. Lo recuerdo con su bonhomía, sencillez monacal, en concierto con su sabiduría ecuménica. Calmo en sus pasos, pero ferviente en sus convicciones emancipadoras.
Hago votos por la salud eterna de mi caro amigo y camarada, para que, como bien dijo en su obra “Tiempo de Alumbramiento”, continúe con su humano predicamento: “Despertaré al niño que vive en mí para regalarte una rosa / así comprenderás la dualidad de la existencia”.
Ginebra, 31 de agosto de 2020
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