Por: Henys Peña
A Sergio no lo conocí, no personalmente, varios de mis amigos sí lo conocieron y compartieron con él, pero estuve ese día allí, en la marcha nacional de universidades, en el bloque de la Universidad Simón Rodríguez. Allí escuchamos o más bien, sentimos cómo al acercarnos a La Hoyada, se filtraban entre nosotros, pasándonos casi en carrera, los compañeros de la Universidad Central de Venezuela, con el grito que les identificaba, ¡U... U... UCV!, la meta era llegar al Congreso Nacional, pliego de lucha en puños alzados.
Se enciende la pradera
Un año antes, el 4 de febrero de 1992 unos desconocidos en traje camuflado, habían intentado “asaltar el palacio”, habían derribado las puertas con una tanqueta, y un oficial había dejado en claro tres cosas que no era frecuente escuchar juntas por esos días, un hombre derrotado en la breve confrontación de la madrugada, y agotado, con voz firme y serena, dijo: “yo, ante el país y ante ustedes, asumo la responsabilidad de este movimiento militar Bolivariano”; sí, acostumbrados como estábamos a que todos encontraran excusas para evadir responsabilidades y transferir culpas, este nos sorprendía diciendo que asumía él toda la responsabilidad y nos entraron unas ganas de compartir sus culpas y que él compartiera las nuestras.
Rodeado de sus captores, tenía la entereza para dejar en claro también “el país tiene que enrumbarse definitivamente hacia un destino mejor” y mostraba su profunda preocupación, luego de saludar al país, de inmediato se dirigió “a los valientes soldados que se encuentran en el Regimiento de Paracaidistas de Aragua y en la Brigada de Valencia”, estos aun resistían y “por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital. Es decir, nosotros acá en Caracas, no logramos controlar el poder. Ustedes lo hicieron muy bien por allá, pero ya es tiempo de evitar más derramamiento de sangre” pero al pasar de los días entendimos que ese “por ahora” era con nosotros.
Ese era el telón de fondo, sobre el que marchábamos ese día, andábamos todos “insubordinados”, de febrero del 92, pasando por noviembre del mismo año, dos rebeliones militares habían desatado una tormenta que demolía día a día el viejo pacto, la vieja alianza, la moribunda estructura.
Es que 300 años de calma no bastan
Sergio sin embargo, como muchos de los que marchábamos ese día, venía de otra larga marcha, muy larga, la Guara lo describe “El flaco Sergio hijo de la siempre querida Victoria, era un militante integral; uno de aquellos raros ejemplares que no se quitaba el uniforme para aportar en cualquier parte, que trascendía al 23” (1).
Venía del largo trabajo de lucha, no solo en el 23 de enero, de los periódicos comunitarios, de los murales, de la lucha cultural, venía de: “… una vez que nos mandaron a Colombia a conversar con unos compas sobre la Escuela de Pensamiento NuestraAmérica. El loco me hizo bajarme del bus en la frontera y comenzó a cruzarla a pie. Llegaba a Colombia y corría al lado de Venezuela… Así muchas veces mientras gritaba: ´Ja, ja, están jodidos todos los que pretenden olvidar el sueño de Bolívar… Ja, ja, somos un solo pueblo, miren lo que hago con la frontera´. Estaba maravillado de ese espacio tan tonto que llaman frontera. Y los soldados del DAS sorprendidos con ese loco altote dando saltos de aquí para allá por casi dos horas. Y conste que en esos tiempos no era común hablar de integración. ¿Han visto ustedes un ´discurso´ más claro sobre lo que significa integración? Yo no. Lo juro” (1).
Ese día acompañábamos a Katiuska Sosa (casi de escuderos), junto a otros compañeros del Núcleo Los Teques (que me corrijan, pero recuerdo a: Luis Jaspe, Yarelis, a Carmen que no era de Los Teques), por eso no nos fuimos al frente, donde sabíamos se dilucidaría la jornada, los vimos pasar de largo, allí iba el Flaco, iban locos, felices, y nosotros los envidiábamos, estoy casi seguro de haber escuchado a alguien lamentar tener que seguir con Katiuska, o por lo menos haber interpretado las miradas.
Así cuando se desató la tormenta, y empezaron las bombas lacrimógenas, los disparos, nos retiramos en orden, tomamos “prestado” un autobús en el que llevamos a la compañera a la Plaza del Rectorado de la UCV. Al llegar allí fue que escuchamos la frase con la que se saldó la marcha nacional de universidades “mataron al flaco, a Sergio Rodríguez”.
“El 23 de septiembre de 1993, el estudiante de sociología de la Universidad Central de Venezuela (UCV) Sergio Rodríguez perdió la vida como consecuencia de un disparo que recibió por parte de un policía” (1), esa será la reseña histórica, pero como hacer sentir esos días en los que se juntaron las rebeliones de 400 años, las izquierdas de todos los tiempos, como interpretar su “risa desobediente”, como leer en sus poemas “...Dispuesto a entregar mi vida, estando seguro y convencido de que la muerte no existe" y entenderlo.
Se puede ser así
La Guara que debe andar por Sanare, con los muchachos de Argimiro, nos ayuda un poco: “Recuerdo las escapadas del flaco de su garita de vigilante para ir a la Escuela de Educación a mostrarme un panfleto, un poema, cualquier vaina que sirviera de excusa para huir del tedio de ver carros pasar y de buenos días sin respuesta. A una profesora de la Escuela de Odontología la jodió bien feo. Todos los días le daba los buenos días y ella no respondía. Ah, imaginen a la academia inclinándose a responder al saludo del vigilante. Por favor. Un día la esperó con un poema escrito en un marca-libros y se lo regaló por mal educada. Creo que esa mujer jamás olvidará al flaco” (1).
Así andaba Sergio entonces, ese es del que me han hablado sus amigos, insurgente, irreverente, irreductible, por eso lo mataron, porque tanta alegría y lucha juntas, reunida en un solo ser, tienen que tratar de quebrarla de un balazo, como la saben frágil la creen asesinable, pero siempre olvidan que por donde entra esa bala, salen también los poemas, las palabras y el ejemplo que hoy nos guían, la vida que hoy nos alimenta.
Recuerdo otra misión. Una vez nos mandaron a aprender a hacer los famosos ´bastones´, especie de chopos artesanales con los que íbamos a enfrentar a los enemigos, los de afuera y los de adentro. Ilusos llegamos a casa del ‘instructor’ y nos fajamos a trabajar con las manos casi, sin herramientas casi. Al final de la tarde, cansados y sucios, teníamos cada uno un “bastón” y el compromiso de multiplicarlos.
El peludo nos dijo sentencioso: compas, el esfuerzo que les costó hacer el bastón permitirá que lo quieran, que lo respeten, que se identifiquen con él, que confíen en él…
Después de eso nos enteramos de que había maneras más fáciles de hacerlos. Otros lo perfeccionaron más adelante; pero en ese momento bajamos a Caracas orondos, orgullosos de nuestra obra y protegiéndola como si de un niño se tratara. Así entendía el flaco la línea militar de masas. Sin tanta paja, sin ese velo de misterio de guerrillero clandestino.
Sospecho, casi puedo asegurar, y sino se me antoja, que Sergio andaba por aquí por Los Teques, con los compañeros del Guaicaipuro II, no coincidimos tampoco en esos días, pero de seguro la diferencia del día de su “Taller” con respecto al nuestro, fue de unos días quizás semanas.
Así lo conocemos
Hoy Arisel me preguntó por Sergio, una compañera de la radio La Voz de Guaicaipuro, quería confirmar la fecha, habían enviado un texto y ella había conocido a Sergio, porque yo le había contado hace tiempo de él, y que había sido un 21 de noviembre, día del estudiante universitario aquí. Me toco ponerme a investigar y confesar después que me había equivocado, que fue un 23 de septiembre y me puse a escribir, para juntar recuerdos, emociones y retener algunas lágrimas, porque a Sergio no lo conocí, no personalmente, solo marche cerca de él el día que nació su ejemplo.
(2) A 21 años de su asesinato Sergio "el flaco" Rodríguez, hombre ejemplo de lucha revolucionaria (+ FOTOS), http://ve.globedia.com/anos-asesinato-sergio-flaco-rodriguez-hombre-ejemplo-lucha-revolucionaria-fotos, consultada el 23/09/2020.
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