Los sueños del Libertador Simón Bolívar
después de Carabobo.
Sergio Rodríguez Gelfenstein
Este 24 de junio,
Venezuela conmemora el bicentenario de la batalla de Carabobo, en la que bajo
conducción del Libertador Simón Bolívar los patriotas derrotaron al ejército
realista al mando del general español Miguel de la Torre sellando de esa manera
la independencia de Venezuela. Ya desde antes de la consumación de la victoria,
Bolívar había reflexionado acerca de cómo dar continuidad a la guerra fuera del
territorio venezolano. Tenía plena convicción de que mientras permaneciera un
solo soldado español en América, no habría paz ni estabilidad para las nuevas
repúblicas.
Boceto para la Batalla de Carabobo, por Martín Tovar y Tovar (Foto: Galería de Arte Nacional)
Con el objetivo de
coordinar acciones y operaciones con las repúblicas del sur le había escrito sendas
cartas el 2 de mayo de 1820 al Director Supremo de Chile, general Bernardo
O´Higgins y al Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata
(actual Argentina). Así mismo, el 22 de diciembre de ese año, en una carta al
vicepresidente de Colombia Juan Germán Roscio le manifiesta su intención de que
tan pronto las circunstancias se lo permitieran, marcharía al sur al encuentro
del General San Martín con el mismo objetivo. De igual manera, en preparación
de la campaña en esa zona, en febrero de 1821 envió al General Antonio José de
Sucre a hacerse cargo del Ejército del Sur. Todo esto ocurrió mucho antes que
se realizara la batalla de Carabobo.
Inmediatamente
después de la victoria, Bolívar se dirigió a Caracas donde entró el 29 de
junio, permaneciendo solo unos días. El 6 de julio se trasladó a Valencia. Le
preocupaba sobremanera la concentración en Puerto Cabello de los españoles que
subsistieron después de la batalla. La situación económica era muy difícil, el desorden
y el caos cotidianos. Además, le alarmaba que sus órdenes para perseguir y
aniquilar los remanentes de soldados españoles que se dispersaron después de
sobrevivir a la derrota sufrida el 24 de junio, no se cumplieron. En este
sentido, tuvo que reconvenir severamente al general Santiago Mariño. En una carta
a Santander el 10 de julio le confiesa que una vez derrotados los españoles, le
inquieta la posibilidad de una guerra civil y afirma que solo la unidad y la
solidez pueden preservar a Venezuela de ella.
En esa carta a
Santander y en una de igual fecha dirigida a Fernando Peñalver, -por primera
vez después de Carabobo- Bolívar retoma los temas internacionales. Les
manifiesta a ambos que no tiene información de lo que está ocurriendo en
Europa, salvo que España continúa en mal estado y que el rey de Portugal volvió
a Lisboa desde Brasil, lo cual considera que podría ser de mucha importancia.
En estas líneas, se constata que a pesar de la situación interna -tan difícil-
de Venezuela, no abandona su idea de prolongar la guerra fuera del territorio,
para lo cual, el conocimiento de la situación internacional era vital.
Regresó a Caracas
el 31 de julio, pero estuvo solo 5 días. El 5 de agosto vuelve a emprender la
marcha. Estaba sobremanera inquieto por los planes españoles para capturar Coro
y Maracaibo y desde allí intentar una campaña de reconquista. No obstante, el 7
de agosto imparte precisas instrucciones para organizar una expedición con 600
hombres (posteriormente se ampliaría la cifra hasta dos mil) a fin de
destinarlas a desalojar a los realistas de Panamá.
El 16 de agosto le
escribe a Santander para anunciarle que se dirige a Bogotá donde espera llegar
a mediados de septiembre (en realidad lo hace a finales de octubre). Le ordena
que prepare un ejército de 4 a 5 mil hombres “para que el Perú me de dos
hermanas de Boyacá y Carabobo”. Ello habría de cumplirse unos años después tras
las victorias patriotas en Junín y Ayacucho. En preparación de dar continuidad
a la guerra instruye a Santander a fin de que: “Mande Usted todo lo que tenga
al sur para que allí se forme lo que se llama un ejército libertador”.
Dos días después,
Bolívar le envía una misiva al nuevo vicepresidente de Colombia José María del
Castillo y Rada en la que le comunica que su principal dedicación de esos días
era crear “por decirlo así” una república en Venezuela porque según sus propias
palabras en el país “cada pueblo y cada hombres es un mundito”. Su preocupación
por la unidad era patente. Le hace saber al vicepresidente que su consagración
a ese trabajo era total. Le dice que marchaba de día y escribía de noche porque
no tenía derecho a cansarse mientras hubiera enemigos en Colombia, toda vez que
su decisión era combatirlos hasta destruirlos.
Después que los
patriotas recuperan Coro, el Libertador considera que se ha creado cierta
estabilidad que le permite abandonar Venezuela a fin de cumplir con su
propósito de encadenar la victoria de Carabobo con las luchas independentistas
de aquellos países donde todavía imperaba el dominio español. El 23 de agosto
le comunica al Vicepresidente Carlos Soublette
que se hacía necesario finalizar
con prontitud la guerra en América para lo cual había que hacer nuevos
sacrificios a fin de que la paz fuera completa y gloriosa. Concluye señalando
que en ese contexto su vista estaba puesta en el sur.
Tenía plena
convicción que ello era necesario para “unir las tres hermanas de Colombia”. Su
preocupación central ahora era que la situación en Quito seguiría empeorando
por lo que era imprescindible organizar un “ejército digno de Boyacá y
Carabobo”. Como se puede observar, después de Carabobo, sus principales
desvelos se orientaban a garantizar estabilidad para Venezuela y Colombia y
consolidar su independencia logrando la libertad de Quito. Por eso nuevamente
le exige encarecidamente a Santander que forme un ejército que pueda sostener
“el honor de Colombia en el Chimborazo y Cusco”, es decir en Quito y Perú.
Pero va más allá,
proclama que ese ejército le debería enseñar el camino a los vencedores de
Maipú y libertadores del Perú manifestando su voluntad de encontrarse con el
general San Martín para alcanzar unidos la libertad de la América meridional.
Se aventura incluso a decir que podría aportar al objetivo de dar paz al Río de
la Plata inmersa en luchas intestinas y dar vida a la lucha en Brasil. Esa
carta a Santander del 23 de agosto en la que reflexiona sobre estos temas concluye
afirmando que: “Todo es soñar amigo”.
Muchos de sus
sueños se hicieron realidad, otros no, lo cual no es óbice para asegurar que se
volcó a ellos en cuerpo y alma. Pudiendo
haberse quedado en Venezuela a vivir de las muchas glorias ya conquistadas, su
pensamiento estratégico lo hizo comprender –como ningún otro- que mientras
hubiera algún espacio de poder colonial en la región, no se podía dar por
concluida la tarea. Y asumió que debía poner su liderazgo y dotes de conductor
al servicio de la Patria Grande. Tras Carabobo, no se tomó un minuto de
descanso, casi de inmediato marchó al sur a consolidar su colosal obra a favor
de la independencia y la libertad.
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